En ocasiones, cuando leo una novela y al cabo del tiempo me entero que han sacado una adaptación cinematográfica o televisiva de la misma novela, veo la película o serie después de haber leído la novela. Esto lo hago en la mayoría de las veces. En el lado contrario, también lo he hecho alguna que otra vez. De vez en cuando veo primera una película o serie basada en una determinada novela y después leo la novela. En este caso de "La habitación en llamas" ha sido así. Empecé a ver la serie de Bosch, creo recordar que en Netflix, y me gustó el personaje tanto que quise leer alguna novela en la que apareciera Harry Bosch. Y eso es lo que hice con esta novela.
En "La habitación en llamas" del escritor Michael Connelly nos encontramos con un Harry Bosch al borde de la jubilación y, hasta cierto punto, asqueado de todo lo malo y toda la miseria que tiene el trabajo policial, que le asignan como ayudante a la detective Lucía Soto, que acaba de empezar su carrera profesional en el cuerpo policial de Los Ángeles. Esta mezcla de experiencia y juventud ha sido una de las muchas cosas que me ha gustado de esta novela porque, desde siempre he pensado que el mejor equipo es aquel que reúne la experiencia con la juventud porque, de este modo, se puede aprender varias formas de afrontar un trabajo desde dos vertientes diferentes. Otra cosa que me ha gustado de la novela es la ayuda mutua que hay entre los dos personajes, entre Bosch y Soto, entre Harry y Lucía.
Entrando un poco en materia, el caso que tienen entre manos los dos agentes es bastante complicado porque, por un lado, deben de averiguar quien disparó la bala que le supuso la muerte a una persona inocente, una muerte que se produce diez años después de aquel disparo y todo esto sin tener ninguna prueba incriminatoria ni ningún sospechoso. Cuando parece que este caso va cogiendo velocidad, inesperadamente surge otro caso que tuvo lugar hace veinte años y que tuvo como testigo a la propia Lucía Soto.
Personalmente, "La habitación en llamas" me ha parecido una novela adictiva que logra mantener al lector en vilo con un ritmo pausado pero constantemente que no decae en ningún momento.
No hay muchas víctimas que mueran una década después de que se cometa el crimen.
Así pues, cuando un hombre fallece por las complicaciones derivadas de un balazo recibido diez años antes, a Harry Bosch le corresponde un caso en el que el cuerpo todavía está fresco pero apenas hay ninguna otra pista. Incluso para un policía veterano sería un caso complicado. Y la nueva compañera de Bosch en el Departamento de Policía de Los Ángeles, la detective Lucía Soto, no tiene ninguna experiencia en homicidios. A Bosch y a Soto se les encarga resolver un caso de alta tensión y con implicaciones políticas.
Empezando por la bala que ha permanecido alojada durante años en la columna vertebral de la víctima, los detectives deben conseguir nuevas pistas a partir de pruebas reunidas años atrás, y éstas pronto revelan que el disparo no tuvo nada de aleatorio.
Cuando la investigación gana velocidad, conduce a otro caso sin resolver en el que todavía hay más en juego: las muertes de varios niños en un incendio ocurrido veinte años atrás. Pero cuando su trabajo empieza a amenazar carreras y vidas, Bosch y Soto deben decidir si vale la pena arriesgarlo todo para encontrar la verdad o si es más seguro dejar que algunos secretos permanezcan enterrados.
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