martes, 21 de noviembre de 2017

UN MUERTO EN LA BARBACOA

El suceso ocurrió hace ya un cierto tiempo, no me acuerdo exactamente cuando fue, pero la cuestión es que pasó. Y como buena gente que sois os estaréis preguntando que pasó aquel día de verano con el sol abrasador dando de lleno.
Y yo, como buena persona que soy también, os contaré a continuación lo que pasó aquel fatídico día de verano.

Hay que remontarse, si mis cálculos no me fallan, en el año 2011, más o menos, cuando me fui de barbacoa con unos amigos. Yo no quería ir a la barbacoa pero mis amigos me convencieron y al final fui. 

- Venga Robert, anímate. Es hora de pasar página y de pasártelo de lujo conociendo gente nueva.
- No quiero ir. Me niego rotundamente. Todavía estoy guardando el luto por la muerte de Marta.
- Robert, no me amarges, ¿cuándo murió Marta?
- Hace dos años ya.
- ¿No crees que va siendo hora de dejar atrás el luto por la muerte de tu novia?
- Te recuerdo que Marta ha sido la única muchacha que me ha comprendido y que me ha ayudado en todo.
- Lo sabemos- respondió mi amigo Carlos mirando al resto del grupo-, pero también sabemos que es hora de terminar con ese luto de dos años ya. No digas nada que te veo venir, en una hora volvemos a por ti. Me da igual si quieres o no quieres, pero... te vienes con nosotros y no se hable más.

Después de esto no me quedó otra que acceder a la petición popular de mis amigos e ir con ellos a esa dichosa barbacoa. Quedamos a las 11.00h de la mañana en el portón de mi casa, así que bajé y esperé cinco minutos que fue lo que tardaron mis amigos en ir a por mi. Conducía Verónica una furgoneta Renault Kangoo de color blanco. En la furgoneta iban la conductora Verónica, el copiloto Carlos; Alfonso, Ruth, Pablo (los tres en los asientos de en medio), y al final íbamos Andrés, Laia y yo. Reconozco que al ver a Laia se me alegró la vista por la belleza que desprendía la chica.

- Hola Robert, ¿qué tal te va?- empezó a hablar la propia Laia.
- Bien. Podría estar mejor pero bien. No me puedo quejar.
- Cuanto me alegro. Robert, después me gustaría comentarte una cosilla que me tiene preocupada.
- Vale Laia, cuando tu quieras me dices aquello que te impide estar tranquila.

Dicho esto nos pusimos en marcha. Tardamos menos de una hora en llegar al lugar de la barbacoa. Al llegar dejamos la furgoneta aparcada al lado de un parque infantil en el que había tres niños jugando al pilla-pilla.

- Seáis todos bienvenidos a mi humilde morada. Robert, ¿cómo te va? Cuanto tiempo sin verte la cara.
- Ahí va la cosa Marc. Bonita casa. Por cierto, darle las gracias a Carlos y a los demás porque son los culpables de que yo esté aquí.

Una vez que Marc nos dio la bienvenida nos dispusimos a preparar todo el material para la barbacoa. Nos dividimos el trabajo. A mi me tocó junto con Laia encender el fuego. Mientras estábamos preparando el fuego, Laia se dispuso a relatarme lo que le impedía estar tranquila.

- Robert, quiero decirte dos cosas.
- Dispara.
- Lo primero: yo se quien mató a tu novia hace dos años.
- ¿Qué coño estás diciendo?-me sobresalté y el nervioso ahora era yo.
- Me explico mejor, hace dos años estoy en el cuerpo de la policía nacional y el primer caso que me tocó asumir fue averiguar quien mató a Marta. 
- Eres poli, ¿cómo no me lo habías dicho? En fin, prosigue. Después te cuento yo otra cosa.
- Pues bien. Después de investigar, llegué a la conclusión de que el culpable del asesinato de Marta, hoy está con nosotros en esta barbacoa.
- ¿Por qué no está en la cárcel pudriéndose?
- Porque consiguió escapar.
- Vaya tela. Sigue.
- El culpable es alguien muy cercano a tu persona y no es Carlos. Y ya he terminado.
- Vale. Y, ¿qué otra cosa querías contarme?
- Que, no se como te lo vas a tomar, pero te quiero.- me dijo Laia un poco avergonzada.
- ¿Cómo crees que me lo tomo? Pues bien, porque me he dado cuenta de que Marta ya no va a volver y en la furgoneta he cambiado el chip al verte.

En ese preciso momento nos besamos por vez primera.

- Entonces eres policía.
- Si. Soy policía. Y tu, ¿no tenías otra cosa que decirme?
- Que estoy pensando en meterme en la policía o en la guardia civil.
- Que ilusión me hace. Podríamos trabajar juntos.

Nos besamos otra vez y después pusimos el fuego. Mientras empezaba a prender la leña no nos dijimos nada.

- Entonces, ¿quien es el culpable de la muerte de Marta? Que quiero saberlo para decírselo a la familia.
- Es el mismo que nos ha abierto la puerta. De echo, en el sótano de la casa tiene otro muerto que todavía no ha sido identificado.
- Qué sinvergüenza. ¿Lo vamos a atrapar?
- Por supuesto. Quiero que lo distraigas para poder llamar a mis compañeros policías para echarnos encima de él.
- De acuerdo. Y, ¿cómo sabes que es el?
- Porque las huellas encontradas en el arma homicida coinciden con las de él.

Después de eso, nos pusimos manos a la obra y por la tarde pudimos atrapar a Marc con un buen puñetazo de mi cosecha. 

- Marc, asesino. ¿Cómo pudiste matar a Marta?
- No te lo diré.
- Pues dilo ahora o juro que te mato aquí mismo.

En ese preciso instante salto Laia diciéndole a Marc:

- Vamos a ver, Marc. Como comprenderás la situación no te beneficia. Todo lo contrario. Gracias a los demás del grupo, te he podido echar el guante después de que escaparas de la cárcel. Elige: hablas aquí o en comisaria.
- Vale. Quiero un abogado.

Dicho esto, Laia se marchó a comisaria con el asesino de mi ex-novia difunta y después de eso, ya no volví a saber nada de Marc. 
Pasó el tiempo y me casé con Laia en la iglesia del Carmen y ahora somos los dos policías y muy buenos policías por cierto.


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