Leer a Paco Gómez Escribano es siempre una apuesta segura. Es meterse en una historia que huele a calle, suena a rock and roll y golpea como un puñetazo en el estómago. He leído ya varias novelas suyas que he perdido la cuenta, pero lo que no pierdo nunca es el entusiasmo por seguir toda la obra literaria de Paco, un autor al que admiro mucho. Porque con cada nueva historia, Paco consigue que disfrute aún más de su manera de contar las cosas, de pasar unos momentos agradables con sus personajes.
En "Después de la derrota" nos presenta a un periodista quemado por la vida, que lo ha visto (casi) todo y ya no espera gran cosa. Su nombre es Zip. Pero ese “casi” cambia su vida el día que, tras el entierro de el Chule, va al banco a hacer un ingreso. Lo que no imagina es que al entrar se convierte en testigo y rehén de un atraco cuya cabeza visible es alguien que Zip conoce muy bien. A partir de ahí, todo se desata.
Pero lo que de verdad hace especial esta novela no es solo el ritmo o el giro inesperado. Es el dolor que cargan sus personajes. Cada uno lleva sus propias heridas, y la historia no tiene piedad con ellos: los tira al suelo, los hace tambalear, los obliga a levantarse una y otra vez, si pueden.
Y como en todas sus novelas, el barrio de Canillejas vuelve a ser protagonista. Paco no necesita grandes escenarios: convierte las esquinas, los bares, los bloques de su barrio en un universo literario propio, con identidad, con alma. Canillejas no es solo un lugar: es un personaje más, con voz propia. Y como me ha sucedido en más de una ocasión después de leer alguna novela de Paco y hoy lo vuelvo a decir que tengo que conocer Canillejas físicamente porque con la imaginación ya conozco el barrio.
Lean a Paco Gómez Escribano. En serio. Es adictivo. Y siempre deja huella. Una vez que entréis en el universo Escribano querréis más y más.
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