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lunes, 30 de noviembre de 2020

PEDRO ARANDA: "Mi intención al principio no era sacar ningún libro, pero cuando lo tuve terminado, sí que tuve claro que quería publicarlo y que quería que la gente lo leyera".

 

Noviembre ya llega a su fin y en SuperLectorAlfa lo hace con una nueva entrevista literaria. Para despedir este mes visita el blog el autor de la novela "El ruido que nos separa", Pedro Aranda.

Pedro nació en Cartagena, también conocida como Ciudad Trimilenaria. Compagina su pasión por la lectura de los clásicos como por ejemplo Salinger, Thompson; con autores nacionales como son por ejemplo Ray Loriga o Luis García Montero. 

Como comentaba al principio, Pedro Aranda es autor de "El ruido que nos separa", que supone su debut como escritor, una novela coral con una diversidad de subtramas que se unen en un punto en concreto para conformar la trama en si. Si todavía no habéis leído la novela, yo desde aquí os la recomiendo encarecidamente. 

Y sin más preámbulos empezamos la entrevista en 3,2,1,...

 

- Esta pregunta es la que inicia cualquier entrevista que realizo para el blog. Para ti, ¿qué es la literatura?

Bueno, no sé si alguien se puede sentir ofendido con esto, pero yo veo la literatura como esa amante a la que visitas a escondidas cuando las cosas no van bien. Quiero decir, que si tuviera una de esas vidas interesantes que veo que tiene la gente, con infinidad de aficiones y con la sensación de que me falta tiempo para cubrir todas ellas, no recurriría a la literatura. Pero lo cierto es que, lamentablemente, no me gusta absolutamente nada de lo que le suele gustar a la gente: ni el yoga, ni la meditación, ni salir a correr, ni ir al gimnasio, ni coleccionar sellos y, ni mucho menos, pasear al perro. Y, para una cosa que me gusta, que es viajar, me da pánico volar y solo lo hago por trabajo, siempre y cuando no suponga atravesar el Atlántico, claro. Este punto es especialmente importante, pues, en todos los sueños que tengo, el avión se cae ahí. Y, por lo que sea, siempre pasa cuando voy en los asientos de cola.

Así que, básicamente, lo único que hago es irme a andar al monte, o a la playa cuando llueve. Lo que pasa es que, una vez que estoy arriba de la cima, o me canso de pasear por la orilla y mojarme, ya no sé qué hacer. Entonces, suelo acabar sentándome en algún sitio a leer un libro.

Y, algo parecido me ocurre cuando me quito el sombrero de lector y me pongo el de escritor. Si supiera hacer otra cosa más divertida que estar sentado frente a un ordenador, créeme que la haría. Pero lo único que se me da bien es jugar a fútbol como se jugaba en los ochenta y principios de los noventa, es decir, cuando el que corría era el balón y los jugadores tenían una calidad exquisita. Yo era bueno, en serio. Una especie de Gica Hagi, pero diestro. El Maradona de Los Cárpatos de La Térmica, me llamaban. Lo que pasa es que ahora se juega a otra cosa. Ahora solo se corre y de vez en cuando alguien le da una patada a la pelota. En mi época, Messi hubiera sido suplente en La Minera, que era un equipo compuesto de jugadores de La Unión y de El Llano del Beal. Nunca vi tanta técnica junta. Recuerdo que venían al campo en moto con el tubo de escape picado y con la equipación ya puesta. Era curiosa la manera en la que conducían esas motos, en lugar de ir rectos con el cuerpo hacia delante, se sentaban de lado y llevaban a sus novias detrás. Nos metieron 5-0 en un partido. Hacían picaditas, el regate de la cuerda, lanzaban directo a puerta desde el córner… Una locura de equipo, de verdad. “Ojos de Gata” nos hizo un hat-trick. Siempre me pregunté por qué le llamaban “Ojos de Gata” y no “Ojos de Gato”.

Y todo esto que te estoy contando de que considero mi vida de hoy muy aburrida y que leo y escribo porque no tengo otra cosa que hacer me recuerda de alguna manera a lo que decía antes de cuando acudes a ver a la amante para salir de la rutina. Dicho esto, nunca he tenido una amante en mi vida, solo lo que he leído por ahí, así que no sé si todo lo que he contado es una gran idiotez o no. Supongo que sí.

 

- ¿Has sentido desde siempre esa simpatía que se le tiene a las letras y a todo lo que rodea a la literatura?

De algún modo, he contestado a la primera parte en la pregunta anterior. En cuanto a todo lo que rodea a la literatura, es algo en lo que no pienso demasiado. No tengo ningún interés especial en entrar en ningún circuito de escritores que están continuamente autocitándose los unos a los otros y retuiteándose las publicaciones de los demás. Incluso, a nivel de medios de comunicación, lo veo todo muy endogámico, y siempre salen los mismos, que te hacen desde una columna semanal de opinión a jurado en un concurso de relatos. Es como el abogado de una amiga de Colombia. Rick, se llama. Lo mismo te revisa un contrato que te canta por la noche canciones desgarradoras de amor en bodas, bautizos y comuniones de Bogotá. Pero dejando a Rick a un lado, que bastante tiene con lo suyo, y volviendo a los escritores que te decía antes… por supuesto los entrevistan constantemente, y cada libro que sacan tienen una promoción importante. Ojo, que no me quejo. Seguramente, se lo merecen. Lo que me fastidia es, como diría “el Chuky de Cieza”, que de esto sabía mucho, lo de “…Te metiste todas las pastillas y no me diste ni media”. Y, cuando he comprendido un poco cómo funcionan las cosas en este mundillo, que las secciones culturales, periodistas y escritores que se encuentran en la parte superior de la cadena alimenticia no dan ni media pastilla a los demás, he decidido simplemente seguir mi camino. Curioso, por cierto, lo del “Chucky de Cieza”, que la gente se quedó, bueno, ya sabes, con la broma de lo que salía en el vídeo, pero muy al final dijo algo que me parece de lo más poético que he escuchado jamás. Dijo… “¿Quieres sentirla en el pecho?”, y la gente se piensa que se refería a la pistola que llevaba escondida, pero no es eso. Se refería a algo más profundo. Se refería a la tristeza. No descarto utilizar esa frase como título de mi próximo libro. “Sentirla en el pecho” (Pedro Aranda. 2022)

 

- ¿En qué momento dijiste de empezar a escribir para que la gente te pudiera leer? ¿Tenías pensado en publicar desde un principio o lo de publicar vino sobre la marcha?


Esa es una buena pregunta. Mi intención al principio no era sacar ningún libro, pero cuando lo tuve terminado, sí que tuve claro que quería publicarlo y que quería que la gente lo leyera. A ver... a mí, eso que hemos oído siempre de que la ilusión de alguien que escribe debe ser el enfrentarse a una hoja en blanco y que te debe importar más bien poco si hay alguien o no detrás, que Dios me perdone, pero lo veo una auténtica tontería. Estoy seguro de que Marilyn Manson, además de quitarse costillas y hacerse las cochinadas que se hace, por mucho que nos quiera hacer creer que es el mismísimo diablo, cada vez que saca un disco lo que pretende es llegar a la mayor cantidad de gente posible y vender todos los discos que pueda. Y no creo que sea por dinero, que no lo necesita, más allá de que quiera seguir quitándose costillas para ya vete tú a saber qué, es más bien por el hecho de que considera que lo que ha hecho es bueno y cree que le puede gustar a la gente. Y, bueno, si Marilyn Manson piensa
así, cómo no voy a hacerlo yo. Por cierto, ¿eso de la costilla será verdad?

 

- ¿Hay algún libro que te haya marcado a lo largo y ancho de tu trayectoria?

Sí, claro. Muchos. “Tokio ya no nos quiere” de Ray Loriga, por ejemplo.

 

- ¿Quién o quiénes son tus referentes literarios?

Salinger
Va por épocas. Por citarte los dos extremos temporales, uno de cuando empecé a leer por voluntad propia y otro más actual te nombraría a Salinger y a Donald Ray Pollock, siendo que ambos han escrito, en realidad, muy pocos libros. Ojalá yo tampoco tenga una carrera literaria larga.

 

- Hablemos de “El ruido que nos separa”. ¿Cómo se empieza a gestar la novela?

En realidad, empecé a escribir el libro hace unos cuantos años ya. Creo que fue una época en la que la escritura se me daba de una manera más fluida que ahora. Después, dejé aparcado el libro durante un tiempo hasta hace un par de años que cambié de puesto dentro de la empresa y tenía que pasar en Holanda grandes temporadas. Y, entre viajes en avión -siempre en los asientos delanteros, por lo que comentaba antes-, paseos en bicicletas finísimas de ruedas altas, y muchos cafés delante de una camarera a la que le hacía dibujitos en servilletas fui recuperando las ganas de terminarlo. Por cierto, ¿sabes que me crucé una tarde con Bunbury en Ámsterdam? A mí, Enrique me gusta mucho. No sé, para que te hagas una idea de lo que supuso, tú que eres tan seguidor del Betis, es como si te vas un día a Oslo y te cruzas de repente por la calle con Finidi. ¿Tú qué harías? Bueno, lo que yo hice te lo cuento otro día, ¿vale?  

 

- Quien lea la novela se encontrará con un montón de personajes de distinta procedencia. ¿Te hicieron caso tus personajes y fueron por donde querías o hubo alguno que se reveló?

Todos se portaron muy bien y me hicieron caso desde el principio. El que no se portó tan bien fui yo, que decidí cambiar el final de uno de los protagonistas casi a última hora. Aunque ese cambio fue para bien para él, porque lo salvé de una muerte casi anunciada desde el principio. Y luego hubo una historia que el libro me pedía un capítulo más, y, de hecho, lo escribí, pero me quedó muy cursi, muy ñoño, y creí que la parte romántica ya estaba demasiado presente en la novela como para recargarla un poco más y que se disipara el tono oscuro y de desamparo que quería darle y que, incluso, muy al principio del todo era mucho más heavy. Supongo que si hubiera sacado el libro cuando empecé a escribirlo hubiera sido mucho más gore de como quedó. Los años me han hecho mejor persona, creo. Me pasó algo así como Metallica, que escuchas sus primeros discos y te entran ganas de decorar las paredes de tu habitación con dibujos hechos con tu propia sangre, y luego escuchas el “Load” y el “ReLoad” y solo te apetece quedarte en casa el fin de semana sin salir, abrazado aun osito de peluche y viendo “Los puentes de Madison” y “Love Actually”. Supongo que lo que quiero decir es que, si hubiera sacado finalmente el libro dentro de diez años, en lugar de haber acabado en la final de un certamen de novela negra lo habría hecho en uno de novela erótica.

 

- ¿Es fácil escribir una novela con muchos personajes?

Cuando escribí la novela me parecía lo más sencillo del mundo. Como te decía antes, hubo una temporada que la dejé aparcada y, cuando volví a ella un tiempo después y me puse a releer todo, me dije: <<¿en serio tú has escrito esto?>>, <<Te tenía en peor consideración>>, <<¿tú estás seguro que todo encaja?>>, <<¿tienes fiebre?>> Creo que como lector quizás pueda resultar más difícil de hacer la composición final que como escritor, aunque ya te digo que a día de hoy no creo que tuviera la capacidad de escribir la novela tal cual quedó. ¡Joder, tenía que haber escrito cinco libros en aquella época!

Si me permites, déjame que te cuente algo que me hace una ilusión especial, y es que ahora que la gente ha leído la novela y me comenta su impresión, creo que, de prácticamente todos los personajes, incluso de los malos, hay alguien que me ha dicho que es su favorito. De todos, salvo, precisamente, del único español, que es Felipe el hermoso, que, además, está inspirado en una persona muy real, que era un chaval de mi edad con un acné muy pronunciado en la cara, por cierto, y que no estaba muy bien de la cabeza, la verdad. Trabajaba en la panadería del pueblo, y ya de pequeños nuestros padres no nos dejaban jugar con él. Sin embargo, aparecía todas las tardes por el campo de fútbol con un montón de napolitanas de chocolate recién hechas para los demás y se iba directamente a la portería a jugar de portero. Y claro, como con esa edad a nadie le gusta jugar de portero, pues no le decíamos nada. Y luego empezaba el partido y nadie quería jugar en el equipo contrario por miedo a meterle un gol y que se cabreara o, lo que es peor, que no le diera una napolitana. Así que el equipo que iba con él siempre ganaba. Y, de pronto, un año dejó de aparecer por el campo de fútbol y nunca más supimos de él hasta que, al menos, diez años después nos enteramos que se había casado con su vecina y que se ganaba la vida cantando en los karaokes de la ciudad imitando a Luis Miguel. Y que, al parecer, le ponía tal sentimiento que la gente que iba a verlo lloraba desconsoladamente. Y ese, precisamente, fue su error. Los encargados de los bares dejaron de llamarle porque la gente, después de escucharle, se iba a su casa sin ánimos de seguir bebiendo y, por tanto, de seguir dejándose el dinero.  Y el apodo artístico que se puso era Felipe el hermoso.

 

- Cuando acabaste de escribir la novela y de revisarla, ¿fue fácil encontrar editorial?

Pues mira. Empecé mandando a un par de editoriales grandes el “manuscrito”, como al parecer se le denomina en el ambiente literario al “libro” de toda la vida. Pero una ni se molestó en responder y la otra declinó educadamente la propuesta. La que lo declinó solo aceptaba que le mandases tres capítulos y, claro, esta novela en concreto no tiene sentido ninguno si se divide en capítulos, porque luego hay una cierta continuidad. Y, si encima, si se los mandas desde una cuenta de correo de Hotmail con diminutivos y año de nacimiento, pues se lo puse demasiado fácil, creo. Me imagino las risas que se debieron meter en la editorial cuando les entrara el correo desde esa dirección y lo repitieran en alto. En fin… Así que directamente puse en el buscador qué editoriales aceptan “manuscritos”, me hice un listado y mandé el libro entero a aquellas que creía que podían encajar con mis gustos. Y, bueno, los chicos de Libros Indie me contactaron y me parecieron serios y me decidí por ellos, en un contexto en el que, sin querer sonar demasiado engreído, varias editoriales mostraron su interés. Me sentí, por un momento, como Karembeu, cuando tenía ofertas de media Europa, con la diferencia de que yo no tenía una mujer con piernas de dos metros, ni me iba comiendo gente por ahí. O eso decían, ¿no? Yo nunca me creí eso, la verdad.

 

- ¿Cuál, según tu opinión, puede ser la mayor dificultad a la que se pueda encontrar un autor que acaba de empezar su trayectoria en el mundo literario?

Habría que distinguir entre el “pre-libro” y el “post-libro”. En cuanto al primero, por un lado, lo más difícil es no repetir lo que ya está escrito. Quiero decir, nadie escribe porque de pronto le apetezca escribir, así como si nada. Todo surge porque empieza a gustarte un determinado género, un determinado autor o un determinado libro, y empiezas a leer compulsivamente. Y luego te va picando el gusanillo de escribir. Lo realmente difícil es encontrar tu propio estilo y no copiar a nadie o, al menos, que no se te note demasiado. Luego, tienes que ser autocrítico. Antes he dicho que “El ruido que nos separa” salió de una manera muy fluida, muy natural. Eso es algo que no me había pasado antes ni me ha vuelto a ocurrir después. Cuando releo ahora algo antiguo o me pongo a escribir cosas nuevas y las repaso algún día después, acabo descartando la mayoría. Lo que quiero decir es que no se trata de publicar por publicar. A todos nos hace ilusión ver transformado un buen puñado de páginas de Word en una novela con una portada molona y que encima huele bien, y verla colocada en el estante de una librería. Pero hay que intentar que lo que vas a poner en la calle sea original y objetivamente bueno. En mi caso se lo mandé a un amigo que me consta que tiene bastante criterio, para que me diera su opinión antes de la publicación, y yo estaba decidido a hacerle caso. Si me hubiera dicho que el libro no merecía la pena, créeme que no se hubiera publicado. Y luego está el elegir bien la editorial. Cada uno tiene que fijar cuáles son sus líneas rojas y hasta dónde está dispuesto a ceder. Y no descartar la opción de la autopublicación, y menos hoy en día, que, en el contexto actual, las editoriales no están muy boyantes como para apostar por autores que ni siquiera sus vecinos saben cómo se llama.

Y, bueno todo esto es en referencia al pre-libro. Luego está el post-libro, y es cuando ya ves tu novela en la librería. Y aquí la mayor dificultad se reduce a que te hagan caso a nivel de promoción y que la gente sepa que has escrito una novela. Si no, solo tu madre, tus abuelos, tus primos -algunos- y tus tres amigos te van a comprar el libro. Pero… en fin, de esto podría hablar largo y tendido, y creo que sería muy aburrido.

 

- Eres de Cartagena, pero no sale para nada la ciudad en la novela. ¿Por qué quisiste salir de Cartagena e irte a sitios un tanto exóticos como Bangkok?

Porque en Cartagena nunca pasa nada. Nada que no sea abrir tiendas y encontrártelas cerradas un par de meses después, claro. Y ese no creo que fuera el mejor escenario donde ubicar las historias de la novela. Aunque, ahora que lo pienso, no estoy tan seguro de ello.

 

- Fuiste finalista del II Premio Icue Negro que otorga el festival literario de novela negra que se lleva a cabo en Cartagena. ¿Cómo fue tu experiencia en Cartagena Negra?

Me lo pasé muy bien, la verdad. Tuve la oportunidad de conocer a escritores fantásticos, charlar con ellos y ver la profesionalidad de los miembros de la organización. Y me pasó algo curioso en el certamen. A mitad de la jornada, más o menos, conforme iba conociendo más a los otros nominados y comprendí que están en esto por pura pasión y, que, además, se les da realmente bien, me parecía injusto si al final resultaba yo el ganador, por lo mismo que te decía antes, porque yo estoy aquí por las circunstancias. Y que, en el momento en que éstas cambien, dejaré el libro que esté escribiendo en ese instante parado por la página en la que me encuentre, y me dedicaré a otra cosa. Haciendo la analogía con el mundo del boxeo, para mí esas circunstancias son como el abrazo del boxeador, ya sabes, eso de que el púgil al que le están metiendo una soberana paliza solo le queda, paradójicamente, la posibilidad de abrazarse al rival que lo está machacando para no caerse al suelo. Y para mí, terminar el libro consistía básicamente en abrazarme a esas circunstancias que de alguna manera me habían llevado a escribirlo. Y que, en caso de que cambiaran y que, por lo que sea, tuviera por fin un poco de suerte en la vida, a buen seguro que no hubiera terminado la novela.

 

- Según tu punto de vista, un festival como el de Cartagena Negra, ¿qué le puede aportar a una ciudad, sea la que sea?

Toda ciudad importante tiene que apostar por la cultura. Y Cartagena, que es una ciudad importante y que está a la vanguardia de festivales de cine o de música, no puede quedarse al margen de organizar un festival literario de primer nivel. Piensa que muchos escritores que se alzan con el galardón, al final acaban teniendo carreras exitosas, y que el título de “ganador de Cartagena Negra” los acompañe siempre en su biografía es algo que acaba dando reputación a la ciudad y al propio certamen. Lo que sí considero es que, no solo el de Cartagena sino también otros festivales de novela negra, tendrían que darle una vuelta en futuras ediciones para hacer a las ciudades más partícipes de los eventos, con actividades en distintas calles de la ciudad, o con algún tipo de espectáculo musical o proyección de cine negro, por ejemplo, como preámbulo de las jornadas, y así atraer a mayor cantidad de público a los actos. Quizás digo esto porque tengo en mi mente, por ejemplo, cómo funcionan las cosas en el Sonorama, el festival de música que se hace en verano en Aranda del Duero y que todo el pueblo participa de alguna o otra manera en el mismo.

 

- ¿Cuál es tu momento del día preferido para ponerte a escribir? ¿Y alguna manía?

Pues ahora ha cambiado un poco con respecto a unos años atrás. Antes necesitaba concentración total, incluso oscuridad, y solía escribir por las tardes y noches. Supongo que en parte interiorizado por aquello de la bohemia del escritor. Sin embargo, tengo la sensación ahora de que las mejores cosas que estoy escribiendo últimamente están siendo por las mañanas. Volvemos a lo que decía antes de que me hago mayor. Ya he dejado de escuchar Radio 3 y ahora solo escucho Kiss FM. Algunos sábados hasta llamo a la radio a pedir canciones.

 

- Como lector, ¿qué ha sido de lo último que has leído?

Si te soy sincero, no estoy atravesando mi temporada más lectora, precisamente. El motivo es que cuando estoy escribiendo cosas, prefiero no leer para no intoxicarme mucho. Es algo raro, porque lo lógico es que sea al revés, que intensifiques tu actividad lectora cuando escribes, pero en mi caso me distrae. Así que lo que estoy leyendo últimamente son los borradores de lo que escribí el día anterior. Pero por no dejarte sin responder a tu pregunta, posiblemente lo último que leí, o releí, mejor dicho, fue a finales de verano, y es “Pastoral Americana”, de Philip Roth.

 

- Y ya para ir terminando la entrevista, ¿tienes en mente algún nuevo proyecto literario a medio-largo plazo?

Sí, pero lo veo más a largo plazo incluso que a medio. Me siento como el cantante de una banda que lleva el esqueleto de las canciones al local. Pues bien, yo ya le he enseñado al grupo todas las canciones del nuevo disco, pero están en “guachinei”, ya sabes, sin letra, solo con la melodía de voz. Ahora se trata de que vistamos las canciones y terminemos las letras. Y después, cuando estén las canciones acabadas, hay que pasarlas a producción y masterización, para lograr que el sonido sea uniforme. Y todo eso yo creo que me va a llevar el año que viene entero.

Pero si te soy sincero, de momento no estoy trabajando muy en serio en ello. Todavía no tiene un año “El ruido que nos separa” y creo que aún le queda recorrido. Al menos durante un tiempo más voy a seguir haciendo ruido con él.

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