En la mañana de hoy día 15 de octubre de 2019 SuperLectorAlfa "viaja" a Galicia para mantener una agradable conversación con el autor de la novela "La apatía de los idiotas" de la Editorial Distrito 93, Juan J. Míguez Veiga.
Juan nació en Pontevedra y es Ingeniero de Montes (USC), Ingeniero Técnico Forestal (Universidad de Vigo), escritor y poeta.
En el año 2010 publica su novela "Las Montañas del Olvido" y en 2015 publica "El reflejo dorado", una sátira en clave de ciencia ficción; y "Homo Lupus", una serie novelada. Un año más tarde, en 2016 publica una novela negra titulada "Cuando el destino nos alcance el maíz seguirá creciendo" con la que obtuvo buenas críticas por parte de los especialistas en la materia. Y en 2019, como decíamos antes, ha publicado su novela "La apatía de los idiotas".
Después de esta introducción ha llegado el momento de que el autor ponga voz a las respuestas dadas a cada cuestión formulada por SuperLectorAlfa. Comenzamos en 3,2,1...
- Eres Ingeniero de Montes e
Ingeniero Técnico Forestal y escritor. ¿Qué es más complicado: la Ingeniería de
Montes, la Ingeniería Técnica Forestal o ser escritor?
Cualquiera de ellas es
complicada. Lo que importa es la pasión que pones en ello, si lo haces con el
corazón, si intentas dar lo mejor de ti, ser honesto contigo y con los demás.
- ¿Por qué escribes? ¿En qué
momento dijiste de empezar a escribir para que la gente te pudiera leer?
Por pasión, porque es una
pulsión que llevo dentro y amenaza con destruirme si no lo hago. Comencé a
escribir cuando era un adolescente, como una válvula de escape a un mundo en el
que no encajaba. Lo afronté profesionalmente hace unos diez años, cuando decidí
compartirlo con los demás tras atisbar un camino, y con esto me refiero al
enfoque narrativo.
- ¿Has sentido desde siempre
esa simpatía que se le tiene a la literatura?
Creo que sí. Siempre me
encantó leer, no recuerdo lo contrario.
- ¿Hay algún libro que te haya
marcado a lo largo de tu trayectoria?
Muchos. Es más, continuamente
me siento influenciado por las cosas que leo, sean buenas o malas. Pero para no
huir de la pregunta te diré tres que lo han hecho especialmente, en diferentes
etapas, uno que me ayudó a sentir el pulso narrativo, uno que me mostró la
literatura como arte y otro que me recordó la luminiscencia de las palabras, su
magia, la forma en la que nos muestran el entorno. Son, en ese orden, “Drácula” de Bram Stoker, “Opus nigrum” de
Marguerite Yourcenar, y “Buenas noches, dulces sueños” de Jiří Kratochvil.
- ¿Quién o quiénes son tus
referentes literarios?
Rosalía de Castro. |
Esa pregunta, por su
pluralidad, es más fácil de responder. Yukio Mishima y Rosalía de Castro por su
sensibilidad y porque son los que más venero, Juan Rulfo y Raymond Carver por
su contundencia, Gabriel García Márquez y Mircea Cartarescu por su capacidad
innata para construir universos dentro de universos, Marguerite Yourcenar por
su maravillosa prosa, Miguel de Cervantes y Charles Dickens simplemente porque
sí, Jiří Kratochvil, este es ya una obsesión, Selva Almada por su voz única, y
creo que seguiría con algunos más, Borges, Agota Kristof,… Puede resultar
extraño, pero a todos los tengo presente cuando empiezo a concretar una
historia, en cómo deseo enfocarla y contarla, qué estilo y pulso narrativo es
el más apropiado para establecer una relación concreta con el lector, si
emplearé un lenguaje más o menos directo. Busco entonces recursos narrativos en
esos autores, porque los adoro, porque no somos nada sin influencias, porque
nos construimos a través de los otros. Picasso jamás hubiese abrazado el
cubismo si hubiese nacido en la época de los homínidos que pintaron las cuevas
de Atapuerca. Para llegar a ese movimiento artístico tuvo que pasar antes por
otros. Somos conocimiento acumulado.
- Empecemos hablando de “La
apatía de los idiotas”. ¿Cómo surge la idea de escribir esta novela?
De la intención de seguir
indagando en las claves del género negro, pues este, en su sentido más puro,
explora por un lado la amenaza y por otro la atracción que sentimos por el
misterio que se esconde tras toda conminación. Es por ello un género que
refleja perfectamente lo peor de la sociedad, su violencia, sus vicios, su
escasez de empatía. En este sentido quise reflejar una Galicia profunda en la
que el narcotráfico, la mitología y la apatía impregnaran una historia sobre la
memoria, sobre lo que fuimos. Pero no quería caer en las claves propias del
género negro, de alguna manera quería descontruirlo, crear una falso noir, interviniendo el modo en el que el lector debía acercarse a
su lectura, provocando un vacío emocional al final con la intención de incitar a
la reflexión sobre lo acontecido, sobre la muerte de Ramiro, pues eso es lo que
debería importarnos cuando alguien nos abandona.
- En la novela aparece el
cuerpo sin vida de una persona en las puertas del único hotel de Portolara.
Según algunos, se trata de un suicidio, según otros se trata de otra cosa. Esto
me lleva a preguntarte, ¿existe el crimen perfecto en la realidad y/o en la
ficción?
En ambas, porque tanto en la
realidad como en la ficción puedes manipular las pruebas, conducir a un falso
culpable. Hasta los estados lo hacen para cerrar un asunto molesto.
- La encargada de llevar a
buen puerto la investigación que hay en la novela es Laura Vidal, oficial de la
Guardia Civil. ¿Qué destacarías de ella?
Su sensibilidad, la
importancia que confiere a la memoria y su conexión emocional con el fallecido.
No es consciente de ello al principio, pero poco a poco lo va entendiendo, y
eso solo es posible si tienes una mente abierta.
- Ahora hablemos un poco de
“Cuando el destino nos alcance el maíz seguirá creciendo”. En esta novela dejas
Galicia y llevas al lector a la zona del Mississippi. ¿Por qué Mississippi?
¿Cómo fue el periodo de documentación para esta novela o no hizo falta
documentación?
Mississippi, por su conexión
con el blues y lo afroamericano. Quería una historia que hablara sobre la
libertad a través de la ruptura que se produce en el paso del mundo adolescente
al adulto. Los años 50 y el sur de USA son perfectos en este sentido. Nace el
rock and roll. Por eso también Baton Rouge, la ciudad a medio camino entre Poplarville
y Nueva Orleans, la cual experimentó una eclosión de la industria petroquímica entre
las décadas de los 50 y 60, por eso termina ahí la road movie y da comienzo la novela negra. Hasta ahí la
documentación. Siempre hace falta, pero uno no debe obsesionarse con ella. “Cuando
el destino nos alcance el maíz seguirá creciendo” es una obra de corte clásico,
un homenaje a Jim Thompson, aunque desde una óptica carveriana con banda sonora de fondo. Es un universo muy concreto,
con unas claves definidas. No necesitas ser preciso históricamente porque es
una ficción sobre otra ficción.
- ¿Qué destacarías de Jerry?
Su tristeza interior, en como
esta le va consumiendo. Es un cáncer que lo envenena y configura su relación
con el entorno.
- En esta novela que salió en
2016 y que recibió diversos elogios por parte de lectores, tratas temas como
los malos tratos, racismo, corrupción, etc., esto me lleva a preguntarte, ¿por
qué en la sociedad hay personas que se dedican a fastidiar a otras personas y
hacerles la vida imposible?
Dudo que las personas nazcan
infectadas por el mal, es la sociedad la que crea los monstruos, la que nos
empuja a ejercer la violencia, la que nos pudre y hace distanciarnos de los
otros. Cuando tienes una sociedad que prima la competitividad y solo vale el
éxito sobre otros aspectos de la vida tienes el caldo de cultivo perfecto para
desarrollar conductas agresivas.
- De 2016 hasta 2019, ¿ha
cambiado algo la sociedad en cuanto a la violencia, corrupción, etc., o
seguimos igual?
Soy positivo. La sociedad
cambia continuamente. Hasta no hace mucho en Europa la nobleza estaba por
encima de los campesinos y las mujeres no podían votar. Aún somos esclavos del
trabajo y del tiempo, pero seguimos luchando para ser cada vez más libres. El
feminismo está creciendo, es tendencia, y espero que sea una realidad a corto
plazo, un movimiento puro por el que nadie debería sentirse amenazado y que
puede traer un cambio importante, porque implica un esfuerzo empático, un cambio
de modelo, del patriarcal que solo defiende a una parte de la población, que
gestiona y empuja nuestro comportamiento en una única dirección, yo mismo he
tenido que esforzarme para reconfigurar mi perspectiva sobre como quiero
afrontar mi masculinidad. Debemos plantearnos lo que queremos entender por
poder, feminidad y masculinidad en un universo feminista, de igualdad. Los que
vinculan la evolución con los sistemas actuales de poder hablando de equilibrio
no pueden estar más equivocados. La evolución implica cambio, porque todo
sistema actúa sobre el entorno modificándolo, configurando nuevos nichos o
escenarios que pueden ser letales si no has coevolucionado con ellos. No hay
nada estático. Por eso debemos creer que podemos cambiar, porque si no lo
hacemos colapsaremos emocionalmente. Dicen los neurólogos que tenemos una mente
plástica. Eso espero.
- De todos los libros que has
escrito, tanto de los que hemos hablado en la entrevista como los demás que no
han salido en la entrevista, ¿cuál te supuso un mayor esfuerzo y con cuál te
sentiste más cómodo escribiéndolo?
El que más me costó fue el
primero, por la falta de recursos literarios para abordarlo. La práctica y el
estudio hacen que todo resulte más fácil.
- ¿Tienes en mente algún nuevo
proyecto literario?
Tengo otra novela terminada y
dos más cociéndose a fuego lento. Las estoy escribiendo simultáneamente. Son
tan diferentes que no me importa pasar de una a otra según me encuentre
emocionalmente.
- A la hora de escribir,
¿tienes alguna manía o ritual previo que te facilite la tarea de enfrentarte a
la hoja en blanco?
No, me pongo directamente y
escribo lo primero que me viene a la cabeza. Luego lo borro y empiezo de nuevo.
Es como en el deporte, primero hay que estirar antes de echar a correr.
- Desde que estás en el mundo
literario, ¿qué ha sido lo mejor que te ha pasado? ¿Y lo menos bueno?
No sabría decirte. Apenas he tenido
contacto con los actores del mundillo o con lectores que no fuesen amigos.
- Hay gente que no lee nada o
casi nada, esto ya se sabe, pero mi pregunta es, ¿qué se podría hacer para
animar a esta gente que no lee nada a que se motiven y quieran coger algún
libro?
Que leer un libro es igual de
divertido que jugar a la Play. Yo hago ambas cosas. Son formas de ocio
diferentes, y por eso proporcionan sensaciones emocionales diferentes. Pero
para muchos la literatura es un rollo. Siempre digo que están desactualizados,
y que la causa de ello es la educación recibida. Habría que cambiar muchas
cosas, por ejemplo, la libertad de un adolescente para escoger sus lecturas en
el colegio. A los clásicos se debería llegar después, de forma natural.
Confieso que nunca leí los libros obligatorios en el instituto, me guiaba por
los resúmenes de otros. Llegué a Cervantes, Rosalía, Valle Inclán mucho
después. Además, que el público general no lea los clásicos no es importante,
cuando lees a un autor moderno como Cartarescu estás leyendo a Cervantes,
Borges y Lovecraft al mismo tiempo. Cualquier cosa viva es acumulación del
pasado. Hasta en nuestro genoma hay más información de la que utilizamos, genes
desactivados, conocimiento de otro tiempo. También ayudaría que las editoriales
evitaran la publicación de libros de más de trescientas páginas. Tanta paja me
hace bostezar.
Prefiero el tradicional.
- ¿Qué consejo le darías a
aquellas personas que quieren empezar a escribir sus propias historias pero
que, por diversos motivos, no terminan de dar el paso?
La necesidad de escribir es
una pulsión, una necesidad que no se debe frenar. Primero se hace para uno
mismo.
- Para finalizar la
entrevista, la gente que la haya leído y que quiera adquirir algún ejemplar de
tus libros, tanto de los que han salido en la entrevista como los que no han
salido, ¿de qué modo lo pueden conseguir?
El primero lo he
descatalogado. “El reflejo dorado” solo se vende a través de Amazon. Y tanto “Cuando
el destino nos alcance el maíz seguirá creciendo” como “La apatía de los idiotas”
se pueden conseguir en cualquier librería.
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